27.4.11

Prisionero

I.

Lo escuchaba, su corazón aún latía, en la casa, en el patio, en cualquier lugar el retumbar de los latidos le hacían palidecer y los sentía en sus manos, aquellas que cruelmente se habían enfrentado con la piel del que, él decía, era el amor de su vida.

- Por favor, déjame tranquilo – Susurró bajito. El sonido seguía incesante, miró a su alrededor y no vio absolutamente nada, intentó cubrir el enloquecedor sonido con otro: el de objetos cayendo al suelo, chocando contra la pared, pero aquel palpitar infernal no desaparecía.

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- ¡No! ¡Para! – Apenas había cerrado la puerta cuando lo sujetó con fuerza los cabellos, no pudo hacer nada, lo arrastraba escaleras arriba – Perdóname – El otro lo miró iracundo y estrujó con fuerza sus cabellos.

- Te dije claramente que tenías media hora para ir por los víveres ¡Media hora! ¡ – Señaló el reloj de la pared que estaba a su izquierda, uno de color gris que combinaba con el pulcro blanco. No pudo evitar ver la fotografía que estaba enseguida, una de ellos dos tan felices, tan plenos, contrastante a lo que en esos precisos instantes eran, parecía tan distante aquella época de increíble felicidad, recién dos años atrás empezaron a vivir juntos algo maravilloso y hermoso, propio de un sueño que se estaba convirtiendo en pesadilla, el que estaba siendo arrastrado miró suplicante a su agresor, su playera fue tironeada por la furia del otro, su pantalón tenia pequeñas gotas de sangre y la causa de sus problemas yacía tirada en la entrada.

- Había trafico – Intentó congraciarse con Kai, su complexión era delgada, pero sus brazos fuertes, su rostro tranquilo se mostraba disconforme con sus palabras.

- Me importa un carajo, quedamos que en media hora – Le siguió jaloneando, solo dos escalones más y se encontrarían en la segunda planta, el piso de mármol se hizo realmente frío cuando Kai, sin la menor consideración arrojo su rostro al suelo – ¿Por qué me haces esto? – Le recriminó como si el fuese la víctima en ese cuadro – Aoi…

Se arrodilló junto a él para abrazarlo, mientras Aoi no pudo evitar aferrarse a su cintura, no importaba que, aun sentía que lo amaba, la ligera playera negra del menor le dejó sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

- No volverá a pasar – Dijo cuando sintió como el menor besaba su frente.

- Tienes razón – Habló sin la menor muestra de molestia, nuevamente lo tomo del cabello con fuerza excesiva y lo empujó para que cayera por las escaleras, a cada escalón alguna parte de su cuerpo dolía más, llegó a ver su sangre impregnada en la alfombra central, aquella que Kai se había empeñado en adquirir, pues su tono perlado le había gustado bastante. Llego a ver varios manchones carmesí, sin forma, y los pies descalzos de Kai mientras bajaba a toda velocidad.

- ¡Aoi! – Escuchó su grito de horror, y después nada, solo blanco, como el techo, como el lugar en donde alguna vez estuvo su dignidad y orgullo.


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- Esta tarde nos hemos reunido para darle el adiós a una persona que mientras estuvo con nosotros nos lleno de alegría, nos brindó su amistad y compañerismo – En un prado cercado con rejas negras se reunieron todos los que alguna vez fueron sus compañeros, amigos y vecinos, en medio de pequeñas placas de apenas sesenta centímetros por veinte enterrados en la tierra.

Alrededor de un féretro negro cada uno lo despedía a su manera, varios de los más allegados no evitaron las lagrimas que brotaban por la terrible pérdida, solo Kai se mantenía en una postura seria y hasta serena, impávido, como si nada estuviera sucediendo. El viento soplaba, elevando consigo hojas secas, algunas se le pegaban en el impecable traje negro, sus manos temblaron levemente.

- Tu lo mataste, lo sé- Sonrió ante lo desafiante de las palabras que le decía su “amigo”, un rubio vestido completamente de negro, que de pie, a su derecha, lo miraba fijamente.

- Solo fue un accidente, tú mismo leíste el dictamen de los peritos – Afirmó con simpleza, como si recitara un dictado escolar – Vamos Reita, es una ceremonia para despedirlo, compórtate.

- ¡Tú!- Parecía que nadie más estaba a su alrededor, al único que veía era a ese hombre, Uke Yutaka, lo odiaba, lo odiaba tanto por arrebatarle a Aoi, por alejarlo, lo odiaba porque él no se había merecido a alguien como Shiroyama Yuu.

- Por favor Yutaka-san – El clérigo le llamó, caminó lento hasta situarse junto al hombre que oficiaba el sepelio.

- Yo – sus ojos enrojecieron – yo… amaba a Yuu – Rompió en llanto, cada persona se sintió sumamente acongojada al verlo tan desconsolado – no sé como sucedió, todo fue tan rápido – Reita ocultó su mirada de desaprobación y cerró con fuerza su mano reprimiendo las ganas de ir y golpear al “viudo” que en esos momentos era el centro de atención, el centro de la desgracia.

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- ¡No más, Kai! – Gritó exasperado.

-Estás con él ¿Verdad? ¡Dilo! ¡Di que te revuelcas con nuestro amigo mientras me voy al trabajo! no creas que no me doy cuenta de las marcas que tienes, de cómo has cambiado – Una vez más otra escena de violencia se hacía presente, lo peor es que se estaba haciendo parte de su cotidianeidad a un punto en el que ya no era necesaria una disculpa.

- ¡Estás loco, esas marcas las haces tú, mira esta! – Se levantó la playera mostrando un hematoma de gran tamaño justo arriba de su pecho.

- ¡Yo no pude hacerte algo así! – Gritó horrorizado por tal acusación, sus manos se movieron torpemente por su delantal, intentando recordar. El mayor al verlo tan abrumado sintió su pecho encogerse, no deseaba hacerle sentir peor, sabía que en el fondo no quería dañarlo, así como el soportaba todo con tal de no hacerle nada que complicara su estado.

- Yo… lo siento, creo que eso me lo hice mientras acomodaba las cajas de libros que tenemos – Se acercó hasta abrazarlo, el cuerpo de Kai temblaba levemente, no recordaba nada.

- No vuelvas a mentirme así – Lágrimas de desesperación salieron de sus ojos, no podía evitar perder varios recuerdos.

- No amor, no lo haré – El menor le beso tímidamente los labios.

- Por favor Yuu, llévame a la habitación – Pidió en medio de caricias, incluso él se daba cuenta, algo estaba mal, algo en él ya no era normal.

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- Entre lo poco que se pudo recuperar de lo que denominas “escena del crimen” está esto – En una bolsa de plástico con una etiqueta que marcaba -1456/2010- vio lo que a simple vista parecía un cuaderno - Ábrelo – Con cierta impaciencia quitó el plástico, en el interior se encontraba una libreta de pastas negras, intacta, fue directo a las últimas páginas donde unas líneas azules enmarcaban unas palabras que jamás olvidaría.

“…Kai no, en definitiva, mi Kai jamás me haría daño, sé que son sus manos las que infinidad de veces me han atacado, que son sus golpes los que marcan mi piel, pero no son provocadas por el Kai del que yo me enamoré, ese Kai desapareció… no, mejor dicho, fue reemplazado”

Reita golpeó con furia el escritorio – Sal de aquí Ruki – El otro no quería moverse - ¡Que salgas! – Ordenó a su subordinado que de inmediato salió de la oficina. Ya a solas miró a su alrededor, todavía recordaba cuantas veces Yuu había estado ahí, la silla en la que acostumbraba sentarse, cómo cruzaba la pierna cada vez que intentaba adivinar el juego de palabras que utilizaba para decirle sus verdaderos sentimientos, cómo se movía con impaciencia alrededor de los libros de leyes que tenía en un pequeño librero mientras lo esperaba, incluso recordaba que en esa misma habitación le anuncio su romance con Yutaka, un simple oficinista que acostumbraba ir a desayunar a la cafetería de Shiroyama. Enfurecido no aguanto más y empujó todo lo que se hallaba en su escritorio, papeles, bolígrafos y una lámpara fueron a dar contra el suelo. Ruki sólo escuchó detrás de la puerta, sus castaños cabellos se presionaron contra la pared, él también sentía cierta desesperación, había conocido a Aoi y a Kai, si bien no le agradaba del todo el primero, el otro le parecía completamente tierno, no podía creer que el pudiese ser capaz de hacer algo tan malo como cometer un asesinato, y como creerlo, si era su amante desde antes de la muerte de Aoi.

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- Ahhh… Ruki… - Gemía en la comandancia, él era el único en guardia, así que se tomaba algunas libertades como cerrar por momentos la oficina de Reita – Nhn… Más... fuerte – Le pedía mientras se intentaba sostener del escritorio, sentía las piernas del pelinegro temblar, pronto llegarían al orgasmo – ahh – Su esencia quedo en el interior de Kai que dejó caer parte de su cuerpo.

- No pensé que hacerlo contigo sería tan estupendo – Le dijo mientras arreglaba su uniforme.

- Yo… – Su rostro enrojeció de vergüenza pues oficialmente estaba con Aoi – Por favor no le digas a nadie – Después de volver a casa y encontrarla vacía quería comprobar que su pareja estaba con el comandante, sin titubear irrumpió en el sitio donde trabajaba Reita sólo para encontrarse con Ruki, no necesitó ocultar el alivio de su corazón, pero de un momento a otro se vio atrapando en arrebatadores besos al oficial.

- Tranquilo – ¿Cómo podía alguien descuidarlo? Pensó al verlo con la mirada triste, si dentro de sus posibilidades se encontraba en hacerlo mínimamente feliz, lo haría.

- ¿nos podemos seguir viendo? – Preguntó apretando sus manos.

- Si – Y si se presentaba la oportunidad de apropiarse completamente de Kai, lo haría, sin duda tomaría el lugar que el imbécil de Aoi no quería proteger.

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Kai llegaba a casa después de un largo día, apenas había reconstruido una parte de su hogar, realmente casi nada, ahora la enorme casa de dos plantas de interior blanco y exterior marrón consistía en solo una planta con cuatro habitaciones, una foto quemada en las orillas adornaba tristemente el pasillo principal en el que al fondo se ubicaba el baño y junto su habitación, miro hacia la cocina, no era como antes. La sala tampoco poseía aquella colección de figuras de anime de Aoi, ni la tele, nada.

- He vuelto.

- Bienvenido – Cerró los ojos para escuchar la voz de Yuu dando la bienvenida.

- Amor ya estás en casa – Dijo, sin abrir los ojos.

- Te estaba esperando – Escuchó una risita.


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- Gracias Reita, en verdad estaba buscando esto – Llegaba del trabajo para encontrarse a Aoi con su “amigo”, aquel rubio policía que lo miraba de mala forma, sabía de sus celos ya que él nunca se preocupo por disimularlos, qué desfachatez, pensó – Oh Amor, ¡Qué bueno que llegas! No te escuche entrar, mira…

- Lo siento, tengo sueño – Evadió al mayor, dirigiéndose al cuarto que compartían – Estúpido Akira - Sollozó. Entre esas lágrimas el recuerdo de su niñez apareció:

“¡¿Cómo puedes tener una amante?! ¡Yutaka y yo no significamos nada para ti!” recordó cuando su madre se enteró de la infidelidad de su padre y de la doble vida que este tenía, eso le hizo caer en profunda depresión a su progenitora y la terminó llevando al suicido.


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- ¿Kai? – La voz de Aoi se escuchaba como si estuviera a su lado. Al mirar no había nada, tomó un abrigo y salió rumbo a su trabajo, desafortunadamente su vida continuaba.


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- En efecto, la letra es de Shiroyama Yuu – confirmó el perito grafólogo. Para Akira fue suficiente para iniciar una lectura profunda sobre aquella libreta.

“Soy prisionero del amor que existe en mi, un amor que me ata irremediablemente a Kai, nuestro lazo rojo es más fuerte que cualquier otra cosa en el mundo, incluso más fuerte que mi dignidad, yo no puedo tocarlo para lastimarlo, me duele incluso más que sus propias manos. Me duele lo suficiente para desear morir en su lugar, lo amo, lo amo más que a mí, más que a nada”

Con lentitud dio vuelta a varias páginas en las que solo se notaban rayones sin sentido “Amor, Kai, vida, deseo” se leían constantemente.

“La luz que brillaba se está apagando, estoy quedando ciego”

Pasó a otra página.

“Las súplicas de un ave que ha perdido sus alas no pueden ser escuchadas por quien no entiende el dolor de ser amado”

“Las manos tiemblan cuando tocan con fuerza, recorren sus venas un fuego intenso cargado de frío”

Sin ser un completo intérprete, se dio cuenta del significado de todas sus frases.


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