5.5.10

QUE LASTIMA

PARTE 3


Cuéntame si valen más sus rosas
En las noches tan hermosas que pasaste junto a mí


No podía pronunciar palabra alguna “Vamos Kyouya” se animó mentalmente – Te Amo – El corazón del blondo latió a mil, en su vientre un hormigueo cosquilleaba – Vámonos – Le miró suplicante tomándolo de la mano – Huyamos de este lugar, no me importa nada solo vámonos.

“¿Cuántas veces quise que me pidiera esto? Y viene a decirlo cuando ya no puedo corresponderle” – No… – Musitó.

– Tamaki ¡Por favor! aún estamos a tiempo, nos iremos lejos del país donde nadie nos conozca, buscaremos a tu madre, te cuidaré a ti y al pequeño que yace en tu vientre, lo amaré como si fuera mío, solo acepta.

“Absurdo”

– No – “Es realmente absurdo, ahora me quiere, nos quiere cuando al principio no hizo nada para recuperarnos”

Negaba lo que en lo más profundo de su ser deseaba, lo que en sus sueños se encumbraba – Vámonos – El rubio le dio la espalda cerrando los ojos cuando sintió los labios del moreno sobre su cuello besando pausadamente, no lo detuvo en el instante debido cuando esas manos que le conocían perfectamente se adentraron en sus ropas tocando su piel bajando suavemente hasta su vientre – Te ves hermoso, no deberías ocultarlo – Suspiró contra su oído estremeciendo cada fibra, abrió la yukata – Solo vámonos Tamaki, déjalo todo.

– Kyouya… – No pudo detener aquellas expertas manos que lo despojaron de las prendas, ni menos pudo hacer algo en contra de los suaves labios que le marcaban los hombros y la espalda – Nhn… – Salió inapropiadamente de su boca un gemido ahogado “Debo detenerlo”.

– ¿Recuerdas cuando nos escapamos a la playa?



– Vamos Tamaki, no me lo niegues – Ordenaba el pelinegro sin siquiera pedirlo por favor..

– Pero es el cumpleaños de la abuela, no debo faltar.

– No te preocupes, yo tomaré la responsabilidad de lo que suceda – Afirmó en medio de los brazos de Tamaki, que cedió. “No puedo dejar que vea a esa vieja bruja” pensó el pelinegro – Dilo una vez más.

– ¿Qué? – Sabía a la perfección hacia qué se refería el menor, el rubio ladeo el rostro con inocencia.

– Vamos – Pidió frunciendo los labios levemente.

– Te Amo – Contestó con indiferencia desviando los ojos, ante la complacencia del pelinegro que ágil le robo un beso. Aquel día fue el primero de muchos en los que huyeron de la familia del rubio, del terrible yugo bajo el cual mantenían a Tamaki y ¿Por qué no decirlo? de la jaula en la que aún se mantenía el Ootori. El cumpleaños de la anciana sólo era un pretexto para hacerla de casamentera “Vieja imbécil” dijo para sus adentros Kyouya mientras manejaba por curvas ligeras hacia una playa.

– Kyouya… - Pronunció mirando hacia la ventana abierta del auto, se le notaba por demás melancólico pero no añadió nada, solo sonrió acomodándose las blondas hebras que se mecían frente a sus ojos impidiéndole ver claramente al pelinegro.


– Llegamos – Una pequeña villa se alzaba ante sus ojos, rústica y perfecta para ellos, alejada del bullicio, alejada de manos poderosas que pudiesen separarlos. Kyouya salió hecho un rayo del auto para abrirle la puerta y sacarlo en brazos dándole un beso espeluznantemente ardiente.


– Uhm… - Enrojeció hasta los oídos al saberse descubierto, el pelinegro rió sobre sus labios para después estallar en risa – ¡No te rías! – Avergonzado ocultó su rostro en el pecho del pelinegro.


– Eres tan lindo… - No le importó el valor del auto por lo que lo cerro de una patada, Tamaki se removió entre sus brazos pero no lo soltó, cual recién casados entraron a la cabaña reservada para su fin de semana de ensueño.


– Kyouya ¿Qué haces? ¿No desempacaremos? – Interrogó al ver que el menor lo que hacía era tocarlo inapropiadamente despojándolo de sus prendas – Ahhh – Gimió cuando el Ootori le lamió el oído.


– Vamos, dame la bienvenida – No entendía a que se refería y lo demostró con un gesto – Es como si fuéramos recién casados – Comprendió.


– Bienvenido a casa cariño – Se colgó del cuello del pelinegro lamiendo sensualmente su cuello rasgando por encima de la playera el hombro de su amante.


– Tamaki, Tamaki – Repitió lleno de deseo – Siempre serás mío.


– Por siempre amor – Entrelazaron sus manos mientras el menor se introdujo lentamente en su cuerpo – Nhn… Ahhh… ahh… – Entró por completo ante la complacencia del rubio – Ahh… Kyouya… Te Amo – Cerró los ojos, desbordante de pasión al ser tomado.


Aquel fin de semana fue el más placentero para los dos; al regresar se enfrentaron cada quien con sus respectivos padres: A Kyouya le valió otra bofetada apenas entró a su casa, nada fue distinto a la última vez, ni una replica salió del pelinegro ante los reclamos de su padre “¿Cómo pudiste hacer esto? ¡Sabías lo importante que era presentarte con aquellos socios y tenías que irte, además la familia Souh estuvo de fiesta, tuve que dar la cara por ti!” simplemente se dejó hacer. Para Tamaki la situación fue sobre la misma línea, la diferencia era que no se trataba de su padre, sino de la abuela, la que nuevamente le riñó


“-Estúpido mocoso, no pudiste ni presentarte a mi cumpleaños y así pretendes llamarte mi nieto”


“-Yo no te he pedido nada” – Contestó con temor Tamaki, y con eso se retiró de la presencia de aquella fría anciana a la cual difícilmente se le volvió a acercar a menos que la etiqueta así lo marcara.




– Si, lo recuerdo – Un escalofrió recorrió su espina dorsal cuando el aliento de Kyouya chocó contra su piel tan ardiente a tal punto que sus entrañas se llenaron de un intenso calor.

– Repitámoslo, pero esta vez no volvamos – Besó la piel desnuda de Tamaki, su suave y distintivo aroma entró a sus pulmones llenándolo de vida, vida que jamás tendría al lado de Kaoru.

– No – Se separó acomodándose sus ropas – Eso nunca más sucederá – Se aseguró de sonar decidido.

– ¡No puedes decir eso! ¿Acaso no valió nada lo que pasamos juntos? – Preguntó molesto por la actitud indiferente del rubio.

– Es lo que yo digo ¿no valía más buscarme cuando recién termínanos? – Contestó con tristeza mientras envolvía con sus manos su vientre.

– Tú terminaste conmigo - Agachó la cabeza arrepentido de no haber seleccionado correctamente sus palabras.

– ¿Lo ves? ¡Ni siquiera te esfuerzas por aceptar que lo nuestro ha terminado! - “Es lo ultimo, bebé perdóname” – No vale la pena seguir así – Se acercó a la puerta saliendo de esa habitación donde el Ootori lloró con amargura, dos veces en un mismo día, dos veces había perdido a su verdadero amor.

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– Mori-sempai ¿Dónde esta Tamaki? ¿No se supone que debería estar aquí? – Preguntó Kaoru con cierto tono mordaz.

– Se sintió cansado – Honey veía todo lo que decía el pelinegro a distancia, después de que Kaoru se alejara él se acerco al mas alto.

– Takashi – Pronunció con cierta pena sin siquiera poder explicarlo.

– Mitsukuni – En su voz se percibía tranquilidad – El está en su noche de bodas – Cada palabra impactó al rubio – Tú al igual que él creen que no me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor, yo en verdad le amo más que a cualquiera, por eso estoy dispuesto a dejarlo despedirse adecuadamente de Kyouya-sempai, después de hoy Tamaki y el bebé me pertenecerán.

– Takashi… de… bes… estar bromeando – Tartamudeaba al imaginarse todo lo que debía saber el más alto.

– No, sé muy bien que esos dos se aman pero de igual forma sé que Tamaki será incapaz de engañarme nunca mas después de hoy, parece locura pero es lo mejor para todos, además el tendrá un hijo mío, no hay mayor prueba del amor que me dedicará de ahora en adelante – Lágrimas salieron de los ojos de Honey al imaginar el dolor de Mori. – Mitsukuni, no lo juzgues, no me juzgues a mí – Sonrió lleno de paz.

El blondo no podía decir nada, aún con lagrimas se marcho en búsqueda de Hikaru, cuando lo encontró le pidió salir del lugar y cuando por fin estuvieron lejos habló

– Esto esta mal, no debería ser así de ningún modo, esto debería ser de otra forma.

– ¿De que hablas?

– De todo – “Debo mantener esto en secreto” – lo siento, finalmente me afectó la boda – Contestó rápidamente.

– Ahora no se que será de Kaoru – Dijo con pesar.



Haruhi siguió sigilosa a Tamaki, cuando salió de donde estaba lo vio caminar por un largo corredor, al sentirse solo se agacho llorando sosteniéndose de la pared.
– Tamaki-sempai – Habló despacio acercándose, el rubio se sintió morir, termino por sentarse en el suelo abrazando la cintura de la castaña – Ya, tranquilo – Acarició maternalmente sus cabellos – Todo paso.

Después regreso a la fiesta donde un flamante Mori se le acerco para llevarlo a la mesa principal, apenas y probó bocado cuando sintió a su hijo no desear mas, en cambio, quería un poco de pastel.

– ¿Qué, deseas algo mas? – Preguntó el mayor.

– Bueno, yo… – Se sentía culpable, si bien no había hecho nada con Kyouya tampoco era correcto mantenerse a solas con alguien que no era su esposo.

– Te daré lo que me pidas, cualquier cosa será tuya si lo dices – Esas dulces palabras le hicieron sentir peor – Vamos Tama-chan, dilo – Habló a su oído.

– Quiero pastel – Dijo con duda y un poco de temor. El mayor se levantó de la mesa y caminó hacia uno de los camareros que inmediatamente llevó un pastel piramidal de 7 divisiones, no era el clásico de color blanco, éste tenía líneas rosadas que aseguraban su sabor a fresa y caireles cayendo alrededor, no tenia ni una sola rosa, en cambio parecía como si en él hubieran esculpido pequeños ramilletes de hortensias con colores rosados y violáceos. En la punta no estaban las figuras de ellos sino una imagen en miniatura del oso de Tamaki, aquel que tanto amaba.

– Takashi – Pronunció débilmente, completamente maravillado.

– Te Amo Souh Tamaki – Le dio un beso en los labios frente a los invitados que aplaudieron la muestra de amor.

– Después de todo, el si será feliz – Pronuncio Hikaru.

– No digas eso – Desvió la mirada sabiendo el dolor que embargaba a Mori.

– ¿Dónde demonios estabas? – Kaoru reprendió a un recién llegado Kyouya.

– Cierra la boca – Lo ignoro encaminándose a unas copas de vino que le seducían.



Ese día fue el último evento al que Kyouya asistió acompañado de Kaoru, no podía salir de su trabajo, no quería, si por un instante intentaba descansar su mente se llenaba de Tamaki y no quería, su salud se deterioró a tal punto que adelgazó mucho en menos de una semana, el Hitachiin trató de varias formas acercarse a él pero no podía, el muro era inquebrantable hasta que un día el pelinegro lo citó en la oficina del Host.

– Kaoru, no podemos seguir – Esta vez lo haría bien y para ello necesitaba estar completamente libre, en último momento pensó claramente los pasos a seguir si quería recuperar lo que, el creía, aún le pertenecía.

– ¿Qué? ¡Pero tú habías dicho que tan pronto Tamaki se casara tú y yo formalizaríamos nuestra relación! – Dijo con temor, se había esforzado al máximo para mantener aquello y no podía permitir semejante cosa.

– Lo siento pero yo no… nunca podría amarte – Con la característica frialdad que lo hacia único lo dijo – Kaoru – Recibió una bofetada, pronto unas lagrimas se derramaron de los ojos del Hitachiin que rodaron caudalosas por sus mejillas, en el fondo se imaginaba que eso sucediera pero se negaba a aceptarlo.

– Me estuviste engañando.

– No Kaoru, nos engañamos mutuamente, tú por mantenerte a mi lado y yo por creer que algún día en verdad te amaría.

Kaoru se dió por vencido, lloró en los brazos de su espejo, trató de controlar el desgarre que se había hecho dentro de si, de cerrar esa gran herida, pero no podía encontrar refugio alguno. No lo obligaría, a diferencia de Tamaki el no podía retener a nadie junto a si.



Mi amor que lastima y que pena
Me da por él y que crea
Que lo quieres más que a mí
El no sabe que lo engañas
Que me quieres, que me extrañas
Y no te olvidas de mí

– Amor ¿Crees que me veo gordo? – Preguntó desde la puerta del baño que tenia en la habitación de Mori; cada vez era mas visible su estado, en su cuerpo se veían los seis meses de gestación que el fingía eran 18 semanas.

– No… en realidad creo que te ves hermoso – Enrojeció hasta los oídos, su pijama era holgada pero se veía perfectamente su redonda silueta, el pelinegro lo observaba desde la cama, sentado, admirándolo.

– Deja de verme – Pidió con cierta vergüenza, cubriéndose con las manos su pancita.

– Tamaki – Con los ojos pidió que se acercara, cosa que el rubio hizo tímidamente hasta llegar frente a él, Mori le beso su prominente vientre– Quiero hacerte mío – Le habló fuerte mirándolo fijamente, cerró los ojos permitiendo que el pelinegro le subiera la camisa besando pausada y cariñosamente la piel a su paso, el día de la boda no habían hecho nada, aún y con las ligeras insinuaciones de Tamaki el mayor lo esquivo cortésmente, no entendía su reacción pero eso le hacia feliz.

– Nhn… – La mano de Takashi se introdujo entre su pantalón despertando su miembro con suaves caricias, lentamente se recostaron en la cama y en medio de besos y arrumacos se entregaron. Su desvanecida cintura fue mimada, su cuerpo descubrió un calor por demás abrasador, esa noche se sintió amado por completo, pertenecía a Takashi y su corazón aprendería eso.

– Ya están tus papeles de baja temporal, tu padre me los dio ayer, mientras tanto yo te daré clases en casa ¿Qué te parece? – Su voz parsimoniosa a un lado, tomándolo firmemente, entrelazado sus manos contra el pecho del rubio.

– Si, amor – Se giró para quedar de frente, cerró los ojos para ser besado “Tamaki, me perteneces” la voz de Kyouya en su mente invadiéndolo. – Ky… - El pelinegro se separó abruptamente, el rubio no sabía que pronunciar.

– Voy a pedir la comida.

– No espera, llévame a la habitación – Pidió sin desearlo realmente, Mori obedeció, se dirigieron a su lecho, esa noche nada ocurrió entre ellos, no paso de pequeñas caricias y besos.



Se sentía frustrado, no podía acercarse a Tamaki. Siempre a toda hora Mori lo acompañaba haciendo imposible que el pudiese hablar a solas con el rubio. Pero descubrió que este se presentaría a una cita al día siguiente en el hospital que administraba su hermano mayor. “Es el momento” pensó. Espero pacientemente, oculto en la entrada de la mansión de la familia de Takashi, con ayuda de unos cuantos trucos le permitieron pasar.

– Buenas Tardes… Ooto… – Vio con terror que se trataba del menor de los hermanos, él había accedido a hacerlo pasar creyendo que era alguno de los mayores.

– No me eches – Habló con suavidad, inclinando la cabeza.

– Pasa – No podía hacerlo, después de todo era un representante de la familia Morinozuka, lo invito a la sala en donde se sentaron en un silencio incomodo. Debido a su estado el rubio no se sentía a gusto en los sillones por lo que se sentó en una hermosa silla de madera.

– He venido a… pedirte que nos vayamos – El rubio se sobresaltó.

– ¡No te acerques a mi! – Gritó Tamaki levantándose abruptamente de la silla, a sus casi ocho meses su cuerpo ya no era tan ágil, pero trató de ser veloz para alejarse.

– Sabes que te amo – Dió unos pasos, los mismos que retrocedió el rubio.

– ¡No! Y lárgate de mi casa, no quiero verte mas, nunca más, estoy harto… ahora que estoy casado, que estoy formando un hogar vienes a hacer semejante escena.

– Yo te pedí que nos fuéramos para no volver – Contestó con pesar.

– ¡El día de mi boda! – La actitud del moreno le enfurecía.

– Pero lo hice – En realidad deseaba que todo terminase bien para ambos.

– No quiero nada de ti, no te necesito.

En ese momento Mori, que regresaba de entregar los documentos para la hospitalización del rubio por el alumbramiento, entró y vio con ira la forma en la que Kyouya sostenía del brazo a Tamaki además del evidente forcejeo de éste para zafarse.

– Mori – Pronuncio tímidamente el rubio, el menor de los Ootori miró hacia la entrada, ahora era el momento de aclarar las cosas de una vez por todas.

– Aléjate de el – Ordeno el más alto.

– ¡No! – Gritó el.

– ¿Quién eres tú para negarte a hacer algo que mi esposo quiere? – Recalco el poderío legal que tenía mientras el menor desviaba la mirada, aquello era una cachetada con guante blanco.

– No sabes lo que dices.

– Cállate – Tamaki le dio un golpe en el rostro y caminó lo mas rápido que su estado le permitía hacia Takashi que también quería “darle su merecido” – El ya se iba – Le miro despectivo – Solo ha sido un mal…

– ¡Es mentira y tú lo sabes!

– Kyouya, tienes 5 segundos para salir de mi casa, 1, 2… – Pronunció aguantando el coraje Mori.

– No me voy hasta que sepas la verdad.

– Basta, debes estar loco – Dijo el rubio entre lágrimas.

– El tiene que saberlo porque me imagino que no le has contado sobre la boda y antes de eso en mi oficina o de cada vez…

– Es todo – Morinozuka, que se había mantenido en sus cabales no se reprimió mas, descargando su ira sobre el Ootori lo tiró de un golpe al suelo, ya encima de él le golpeó más, no como su adiestramiento le daba capacidad, pues por su amistad no le mataría; Tamaki quería detenerlos pero tuvo mayor fuerza el miedo de perjudicar a su hijo, le atacaron los nervios de ver a Kyouya sangrando y solo les arrojo un jarrón que cayó cerca rompiéndose en varios pedazos.

– Vete de nuestra casa, por respeto a la amistad que te tenemos esto será como si no hubiese pasado, pero si alguna vez vuelves a hacerlo no me importara ser el que haga ver tu nombre como algo sin valor ni respeto – Hablo el rubio, Mori se levanto y lo tomó de la mano en tanto Kyouya completamente decaído salía de aquella habitación.

Eso era el fin a la historia que alguna vez había sido de amor, ese era el final ansiado y esperado, no como quería que fuera, pero no hubiera esperado que fuera tan terrible.

– Nhhaa… – Gritaba de dolor.

– Tamaki… ¿Qué sucede?

– Aghh… Mori… el bebe… – Nueve meses para el… su vientre había redondeado su figura y ahora a mitad de la noche su primogénito pedía salir al mundo, conocer lo que el veía a diario. Durante su embarazo no había querido saber el sexo de su pequeño por lo que ahora demás de las contracciones estaba la emoción de saberlo. Mori había entrenado y esperado el día, pero no era tan fácil como supuso, los nervios lo atacaron y al salir de su lecho se resbalo cayendo de cara al piso – Takashi… nhn – Apretó con fuerza las sabanas – ¿Estás bien?... Ahhh – Un líquido salió de su interior.

– ¿La fuente? – Dijo el pelinegro, nervioso lo tomo entre sus brazos, agarro la maleta preparada para la situación y se encamino al auto, desde ahí telefoneó a Honey.

– Tranquilo, recuerda las técnicas de respiración – Indicaba con miedo.

– Oh… esa estupidez no sirve… Aghh no puedo… – Casi gritaba el heredero de los Souh.

– Ya casi, aguanta – Decía el pelinegro manejando cautelosa pero rápidamente.

– ¡¿Qué mier…?! – Otro dolor agudo. El hospital más prestigioso después de los Ootori esperaba con una camilla en el estacionamiento, subieron al rubio a la sala de partos ubicada en un quito piso, ahí su médico esperaba.

– No sé por que me ha pedido venir a este lugar – Decía a Mori que solo contestó “Ocúpese de sus asuntos” y nada más, poco después Tamaki se encontraba listo para dar a luz, rodeado de monitores y especialistas pronto fue sedado, el pelinegro en ningún momento se alejo de él, veía como el cirujano hacia una incisión en su vientre, la respiración acompasada del rubio seguía un ritmo lento.

– Oh… aquí esta – El primogénito del Morinozuka había nacido, un hermoso varón que al verse por primera vez descubierto del suave calor protector de su progenitor profirió un llanto casi melodioso para Mori.

– Es un varón – El galeno lo pasó a la enfermera que de inmediato procedió a limpiarlo, lo revisó y cubrió. Takashi apretó la mano de Tamaki y luego la besó “Gracias” susurró.
Honey arribó al hospital en compañía de Hikaru, al cabo de horas Mori salió a su encuentro, rebosante de felicidad dió la gran noticia.



El no sabe que me esperas
Y que cuando te le entregas
Piensas solamente en mí

En cambio Kyouya se enteró por medio de un mordaz Kaoru, quien le dió la noticia de forma socarrona.

– Lo quiero para mi, no importa si ha dado a luz a un hijo de Mori, él me pertenece – Decía furioso sin poder detener la rabia que se desbordaba de manera incontrolable, sentía como si él debiera de ser el que acompañase al rubio en su alumbramiento– La mano que él debía sostener era la mía, ese niño debía ser mi hijo.

– Basta Kyouya – Su hermana escuchaba con dolor sus reclamos pero ya nada se podía hacer.

– Yo lo sé, sé que cuando Mori le hacía el amor el solo pensaba en mi, el solo deseaba mis manos circular por su afiebrada piel, solo quería ser cubierto por mis besos.

Esa noche fue la peor para el menor de los Ootori, esa noche sintió que por fin había perdido.
Al despertar Tamaki se encontraba rodeado de varios ramos de flores, unos de Mori, otros de Hikaru y de Honey, lentamente se acostumbro a la luz que entraba por su ventana, su cuerpo dolía horrores pero la emoción de conocer al ser que se había gestado en su interior era más fuerte.

– Es hermoso – Escuchó, a su lado el pelinegro lo veía amoroso.

– ¿Dónde…? – El más alto se levanto silenciosamente, al cabo de unos segundos de salir regreso con un pequeño bultito entre brazos, que asomaba una cabecita de cabellos negros. Tamaki estiro los brazos ansioso.

– Oh, por Dios… – “La viva imagen de su padre” se dijo, el pequeño era blanco como leche, pero de cabellos negros, su carita regordeta se veía apacible, sus labios, su nariz, en definitiva se parecían a Kyouya, lentamente el pequeño comenzó a abrir los ojos… una prueba delatora…

– ¿No crees que debiste haberlo mencionado? – Su voz no dejó de ser cariñosa, instintivamente el rubio llevo al recién nacido contra su pecho.

– Yo… – No sabía que contestar ni como reaccionar, Mori no era tonto, no podría engañarlo – Lo siento – Si quería ser medianamente feliz tendría que afrontar con determinación lo que sucediera.

– Esta bien – Acarició al pequeño – Los amo a los dos, amo a nuestro pequeño y a ti, nada cambiará eso – Besó su frente, esbozó una sonrisa – ¿Y su nombre es…?– Tardó un rato.

– Ta… Takashi como su padre – El pelinegro sonrió gratificado. De un momento a otro Hikaru, Honey y Haruhi entraron, con diferentes obsequios.

– Bienvenido – Dijo la única chica, observando con dulzura al bebé.

– Es hermoso, casi como mi Usa-chan – Vitoreó alegre.

– Es cierto, ¡Que bonito! – Después de abrazos, platicas sobre el nombre y felicitaciones uno a uno se fueron despidiendo para permitirle descansar al padre primerizo, todos los varones salieron, sólo Haruhi se quedo. El rubio entregó a su pequeño a la castaña que lo depositó en una cunita.

En su interior mil bombas hicieron explosión destruyendo todo a su paso, deshaciendo cada parte de lo que alguna vez fue, extinguiendo cualquier tipo de amor que yaciese inerte esperando a ser despertado, llamado a una oportunidad, ya no podía hacer nada más que sobreponerse a aquel desastre y tratar de llevar una “Vida” esa palabra tomó otra connotación, ahora solo era el vestigio de lo que alguna vez fue; derramó lágrimas igual que antes, igual que siempre, los hermosos ojos violetas llenos de vida se tiñeron de un rojizo doloroso, un río de lágrimas surcó el rostro frágil y divino, trató de detener las lágrimas con sus manos, con esfuerzo las retiraba pero esas malditas gotas no se desvanecían, al contrario, se hacían cada vez más intensas como si lo único que hiciese fuese abrirles paso.

– ¿Estás bien? – Con desesperación se dio vuelta abrazándose al cuerpo de su hija, arrugando el hermoso vestido azul ceñido a su pequeño ser. Nada quedaba, pero entonces ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué esa sensación la sentía tan cercana a la muerte? Las respuestas llegaban a su mente sin forma, sin ningún sentido – Mañana será otro día Tamaki-sempai.

Mañana, no quería un mañana, deseaba un ayer que fue y desapareció, un ayer que no volvería. Suoh Tamaki, ese era el, aquel que decidió dejar la indiferencia para darle paso al calor de un enamorado interesado en el, que prefirió darle un nombre al pequeño que se formaba dentro de sí a darle un verdadero padre. Un error era lo que estaba haciendo pero no existía intención alguna de resarcirlo sino de aprender a vivir con las consecuencias de todos y cada uno de sus actos.

En verdad que era una lástima haber cometido tantos errores sin un atisbo de arrepentimiento, sin ni siquiera tratar de enmendarlos, que lástima de su hijo que le diría padre al que solo le sirvió de consuelo y no al que lo engendro, una completa lástima seguir enamorado de una persona distinta a su esposo.


-FIN-

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