18.3.10

V. Mis pesadillas son tus sueños

Segunda Parte



- Patrick – Lo tomo entre sus brazos y lo dejo en la cama, no pudo evitar la atracción que ejerció sobre si la sangre que tan magníficamente cubría el cuerpo del rubio.

- Danny, perdóname – Dijo cansado y adolorido.

- Esta bien cariño, soy el que debe pedir perdón – Aspiro profundamente el aroma que destilaba a través de esas heridas – El que debería protegerte de mi hermano soy yo.

- Danny… - Su voz adormecida se fundió entre las sabanas y las almohadas que sostenían su cuerpo, el mencionado tomo una toalla para limpiar esas heridas que profanaban la hermosa anatomía del humano del cual hacia un par de años ostentaba como suyo, sin embargo, era débil ante Andrew, con el no podía decir ni hacer absolutamente nada.

Con devoción lamio cada parte sangrante aun con sus colmillos y el deseo palpitante de absorber cada gota de su sangre, el rubio ni se inmuto el cansancio dominaba todo en el, entre las profundidades de su letargo sintió algo cálido rodar por su pecho pero simplemente no podía apartar la somnolencia.

Para Danael verlo en ese estado tan deplorable le provocaba rabia e impotencia, pronto sus ojos se llenaron de un liquido rojizo que apaciblemente rodo por sus mejillas hasta llegar al pecho de Patrick marcando fuertes líneas rojas, se abrazo al cuerpo de su amante sollozando – Perdón por ser tan poca cosa para ti.

- Ricardo, si esta bien, nada que un poco de descanso no sane… ehm… si se recuperara, estamos bien no te preocupes. Búscalo y por favor cuando lo encuentres no lo dejes ir. Si, hasta luego – Una llamada que sosegó su atormentado ser, nuevamente miro a Patrick que inerte dormía en su cama cubierto por un edredón azul, su faz angelical le hizo sentir mas tranquilo y propio de su raza solo se quedo velando su sueño, añorando un día mejor.


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Pasaron largas noches y días en las que no pudo asistir con el psiquiatra debido a proyectos que de la nada tenia que entregar, lo único medianamente agradable era charlar con sus amigos pero lo hacia sin estar realmente metido en sus conversaciones parecía que por momentos nadaba en un gelatinoso mundo ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.

- Si un nuevo bar – Decía uno de ellos – Esta en la calle donde tomamos el bus hace días hay que ir a la inauguración.

- Si, seria genial… pues si lo abren el día que tenemos libre vamos.

El solo asentía con la cabeza, tal vez el hombre de aquella tarde era algún trabajador de interiores, se reconforto con recordar la mirada penetrante que poso sobre el aquel sujeto sin ponerse a pensar en el por que. Aun así no se sentía completamente bien, sus pesadillas habían cambiado de ser las clásicas escenas de muerte a constantes violaciones multitudinarias en contra de el, en esos cuatro días su despertar era horrible, no podía ni desayunar y había bajado de peso cada sensación era tan vivida, realmente asqueroso a veces dormía en forma de ovillo apresando con las manos su cabeza rogando que en esa noche nada se repitiera pero de nuevo esa maldita oscuridad lo cubría.

- Nhn… - Escuchaba esos gemidos contra sus oídos, su vientre dolía además de su espalda baja que ardía después de que ese tipo saliera de el.

- No más – Rogaba pero no era escuchado, otro relevaba para fornicarlo.

-¿Qué ha cambiado? – Pregunto su hermano cansado de verlo tan mal.

- Nada, todo sigue igual – No era el único que preguntaba, sus amigos habían notado el deplorable estado en el que estaba aun así el lo negaba y ellos hacían conjeturas con respecto a su ex novia Cristal pero nada más.

- Hoy es el gran día – Afirmo con alegría Rodrigo un chico menudito de cara ligeramente redonda, ojos grandes y azules, su cabello castaño brillaba dando mas luz a su blanca piel.

- Si al fin después de negrearnos hasta hartarse hoy tendremos una tarde libre lo mejor es que es viernes.

- ¡Si! – Gritaban sus ruidosos amigos.

- Alfonso anímate, lo malo es que ese local lo inauguraron ayer – Menciono con cierta desilusión uno de ellos.

- Pero que importa vamos – Animado por ellos accedió a ir, solo paso a casa para botar sus útiles escolares y darse un fugas baño, el calor de noviembre no cedía pero eso no le impediría disfrutar de sus amigos y de beber.


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- No ha venido – Dijo con pesar desde una ventana que daba hacia la pista de baile llena de personas, alrededor las mesas ya limpias y pintadas parecían nuevas, las luces brillantes por momentos iluminaban esos cuerpos que cadenciosamente se movían en conjunción unos con otros.

La puerta se abrió mostrando varios jóvenes que se adentraban curiosos, entonces entre los últimos estaba el… nuevamente el pero se notaba diferente, su piel se veía pálida y su cuerpo mermado.

Rápidamente se acomodo la camisa que llevaba puesta y se coloco un saco color vino, sus pantalones en el mismo color hacían refulgir sus hebras negras los ojos se encendieron maravillados y afanados de que ese realmente fuere su Disar, su amado jovencito al cual extrañaba mas que a nada en el mundo, le era incluso mas necesario que la dieta a la cual por azares del destino estaba sometido, bajo con gran velocidad las escaleras guiándose por el olor de Alfonso era como si una estela de color rojo le guiara a través del gentío; su ser se dividió en dos, por un lado enfureció la bestia que pidió la sangre del chico y por otro la esperanza que había llegado a perder renació, el amor que en silencio se había mantenido inactivo durante años bramo de emoción, de dicha; la estruendosa música alboroto aun mas sus sentidos, estaba enloqueciendo de deseo, aquel aroma en definitiva le pertenecía a su amado Disar era ligero apenas reconocible pero el podía asegurar que le pertenecía, muchas veces reprimió las ansias de absorber de aquella sangre y ahora estaba luchando por seguir manteniendo una fortaleza que creyó no volver a necesitar.

Sus profundas orbes se situaron en el cuerpo de Alfonso que escondido en un rincón de la mesa apenas y mostraba la playera beige que hacia lucir sus ligeros pero bien acentuados atributos, el cuello en “v” mostraba sus finos huesos saliendo producto de la disfunción alimenticia que había sufrido. Sonreía mostrando sus hermosos dientes con un colmillo ligeramente sobresaliente a las demás encías y arrugando el entrecejo.

- Bienvenidos – Se acerco con la gallardía y elegancia que a lo largo de los siglos había logrado hacer parte de el naturalmente. Los chicos extrañados le dirigieron un simple gracias – No los había visto, “El Mifos” agradece su visita – Lanzo una mirada a Alfonso la primera vez que le veía tan detenidamente y le parecía todavía más hermoso, el menor de inmediato se sintió volar, un escalofrió recorrió su cuerpo, sin embargo, no era propio del “amor a primera vista” en su caso segunda sino por no mantener una buena alimentacion su sistema le estaba pasando factura, de inmediato corrió al baño donde devolvió lo poco que había comido durante el día además de el trago de cerveza que recién había llegado a el.

Golpeo con los puños cerrados la puerta del sanitario y se golpeo la cabeza – Ya basta – Ordeno, tal vez así todo lo malo saldría de su vida.

Mientras tanto, en la mesa Ricardo les regalo mas cerveza a sus amigos, notando que Alfonso no volvía se encamino al sanitario, escucho los golpes de la puerta por un ínfimo instante creyó que alguien intimidaba a su Disar a punto de entrar y molerlo a golpes vio como el salía visiblemente mas pálido.

- ¿Estas bien? – Se acerco sigiloso y temeroso, si sudara juraría que en esos momentos se estaría deshaciendo de los nervios.

- Si, gracias – Ni el lograba explicarse la sensación –mas bien deseo que no quería aceptar– que ese completo extraña le provocaba.

- Yo… - Las palabras no querían salir de su boca por completo – Si quieres… arriba… - Apretó los puños “No seas imbécil Ricardo” – Hay una habitación en donde podrías reponerte, o si quieres llamo a una ambulancia si tu malestar es fuerte – sugirió aunque su interior le decía ¡Bésalo!

La primera vez en el balcón había pensado que ese hombre se veía bien, a diferencia de el se mostraba seguro pero al escucharlo hablar de esa forma tan tímida le causo gracia, rio bajito, meneo la cabeza negando que en verdad ese ser que podría ostentarse como un galán fuera tan introvertido al hablar con un simple joven.

- Acepto descansar un rato, después volveré con mis amigos – Contesto amable, para el vampiro su respuesta fue un choque de aire helado que atravesó por su nariz y llego a sus pulmones dándole un estrujo a sus entrañas le hicieron sentir vivo. Lo guio por las escaleras, Alfonso iba sosteniéndose del barandal hecho de ladrillos con una ligera ornamente que se estaba cayendo, el piso de talavera en azul y blanco le hizo trastabillar pero fue detenido por Ricardo que lo tomo de la cintura evitando el posible desastre; a las manos frías del Ricardo llego la tibieza de aquel frágil ser, tembló de ansias…

- Gracias – Se apuro a seguir subiendo, llegaron al pasillo en donde el no-muerto se adentro para indicar una habitación, el estudiante se metió a lo que al parecer era una sala-recamara no muy grande de por lo menos cinco metros cuadrados clásico de las casonas coloniales su techo era alto, con un enorme candelabro en el centro además de vigas de madera las paredes de color rojizo con una franja amarilla la hacia todavía mas común, se sentó en el sofá encaminado por el mayor.

- ¿Te sientes mejor? – Deseaba escuchar un si para así poder abalanzarse sobre el besarlo y hacerlo recordar, abrazarlo, tocarlo.

- No… me podría dar un poco de agua – Sonaba mas a orden, Ricardo se puso de pie y atravesó la puerta dejándola abierta, de su bolsillo saco una llave y abrió otra puerta ahí estaba la cocina, con lo poco que tenia agradeció guardar en su refrigerador botellas de agua y cervezas que en algún momento pudiesen necesitarse en el bar.

- Aquí tienes – La destapo para facilitarle al menor.

- Gracias – Bebió con cierta desesperación, el agua se veía pasar a través de su garganta, el vampiro lo escuchaba, lograba oír los borbotones que hacia, observo detalladamente el estomago subiendo lentamente su vista, el pecho, el cuello, los labios… el agua saliendo finamente de la comisura de esos labios levemente resecos – Ahhh – casi se había acabado la botella de medio litro.

- De nada – Se instalo un silencio.

- ¿Así que trabajas aquí?

- No, soy el dueño – Quería impresionarlo.

- oh, ya veo – Desvió el rostro, ruborizándose sin razón. Ricardo cerró los ojos.



- Impresióname Erlendr, vamos – Suplicaba.

- Bueno esta bien – Con destreza logro dibujar lo que era su casa en Francia, que más bien se asemejaba a un enorme castillo.

- Increíble – Una vez terminado deposito ese pedazo de pergamino en las manos de un asombrado y adolescente Disar, que a sus quince años era fácil de sorprender – Pero no te creo – Sonrió con inocencia, mas que admirar la casa, se hallaba embobado con la fineza de sus trazos y la velocidad en que había logrado esa imagen.

- ¡¿Que?! Tú me dijiste que te mostrara mi casa y esa es, sin embargo, dudas de su veracidad.

- Si – Se acerco gateando hacia el que permanecía sentado al frente – Tendrás que llevarme para que te crea.

- Te llevare.

- Promételo.

- Lo prometo

- Entonces es probable que esto sea cierto – Beso su mejilla.



- Hey… - Agitaba la mano frente a su rostro.

- Disculpa, lamento haberte ignorado de esa forma.

- Esta bien supongo que debe estar cansado – Se puso de pie pero tambaleo, a punto de caer su cuerpo se dirigió a Ricardo que abrió los brazos para detenerlo.

- Gra… gracias – Su rostro en medio del pecho de ese desconocido sintió tanta paz, sus manos se aferraron a el con fuerza, sin ningún temor cerro los ojos deseando dormir.

- De nada – Susurro dejándose caer al sofá atrayendo sobre si al menor que se dejo llevar. En la mente del vampiro muchas ideas se conjugaban, quería besarlo… realmente no soportaba la idea de tener que esperar, además su aroma estaba impregnando sus fosas nasales que se contraían, aquella parte bestial también tenia una idea clara: Beber su sangre – Perdón.

- ¿Qu…? – Levanto el rostro para ser besado. “Esto… ¿Qué es esto?”

Estrecho entre sus brazos la humanidad de Alfonso que al tacto se estremeció, su piel se erizo, sus ojos se cerraron deseosos de que lo tocasen de forma mas intima, la mano de Ricardo acaricio sus piernas colocándose en medio de ellas.

- Tu aroma es delicioso – Aspiro contra su cuello. El menor se colgó del fuerte cuerpo del vampiro, con parsimonia comenzó a desabrochar los botones de la camisa blanca, abrió con temor y embelesado por su fornido pecho se sintió en el paraíso, detallo con sus dedos el torso del mayor apenas rosándolo, deseando cada vez mas.

- ¿Qué es lo que estoy sintiendo? – Pregunto susurrando.

- Averígualo – Le invito a conocer mas de el, mas de su fría y muerta piel.

Fue en ese momento mientras lo miraba y acariciaba cuando contra su mente y corazón chocaron las sensaciones de sus sueños, nuevamente cada parte de las mismas se hacían reales.

A Ricardo le llegaron los sueños, no solo lo veía, sentía cada cosa, frías manos tocando su expuesta piel, las manos y pies sostenidas fuertemente por una soga, veía al entonces padre parado en la puerta.



- ¿Estas seguro que esto es correcto? – Pregunto con cierto miedo el progenitor de Disar.

- Si – Esa voz, fría y calculadora, la conocía perfectamente: Andrew.

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