18.3.10

II. Mis sueños son tus pesadillas

Segunda Parte


- ¿Por qué tenemos que ir por mar?

- Es un lugar seguro no nos conocerán y bueno evitaremos persecuciones – Abrazo el cuerpo de su acompañante besando sus mejillas.

- Es cierto, aquí todos nos conocen Erlendr – unieron sus labios amorosamente, se agacho hasta tomar entre sus manos un puñado de nieve que rápidamente aventó al rostro del otro – Eres viejo – guiño el ojo para salir corriendo.

- No soy tan lento como crees – Corrió fuerte a la velocidad que el podía pero mientras lo hacia recordó que de saberlo su pareja sufriría por lo que regreso instantáneamente al punto de partida.

- Wooo ¿lo sentiste? – Se giro para verlo a varios metros, en el mismo lugar donde le había aventado la bola de nieve – Fue una ráfaga de viento veloz – Dijo sonriendo mientras ahora si el viento le meció sus hebras castañas, sus ojos color miel se cerraron para sentir mas de aquel fresco, abrió los brazos – Vamos, ven… tómame entre tus brazos – Volvió a correr pero como humano hasta llegar con el tumbándolo a la fría nieve – Erlendr ¿Cuándo me dirás tu verdadero nombre? – Pregunto retirando mechones del cabello negro de su amante colocándolos detrás de sus orejas.

- Cuando nos vayamos de aquí, prometo contarte todo, absolutamente todo Disar – beso con amor sus labios rojos, bajo lentamente por su mentón hasta su cuello.

- No, aquí no, alguien podría vernos – pronuncio bajito, el otro sonrió y se levanto.

- Si tienes razón, en la noche te veré en la playa… al bajar el sol te estaré esperando y nos podremos ir – Se sentó a su lado, sonriendo.

- Si – Afirmo seguro. ¿Quién imaginaria que serian descubiertos? Aquella noche el padre de Disar los vio a lo lejos mientras se besaban, de ningún modo iba a permitir que su hijo se volviera una mujer a sus ojos, aquella noche lo encerró en su casa, en el cuarto que estaba debajo del piso, un lugar pequeño y frio. Disar lloro, grito pero nadie lo escuchaba la tierra impedía que el sonido de su voz saliera.

Erlendr lo busco tres días y tres noches sin resultado alguno hasta que al pasar cerca de su casa escucho débilmente su voz “Erlendr ven a ayudarme” se oía como un susurro. Ideo un plan para verificar que realmente estuviera ahí… en efecto ahí mantenían cautivo a su amado, pensó mucho y decidió que al día siguiente entraría a hurtadillas pero uno de los vecinos atento a las indicaciones del padre lo había visto, lo estaban esperando no pudo ni acercarse.

- No vuelvas nunca mas – El padre mostro el rostro demacrado de Disar que no dijo nada, sus ojos le suplicaban que se fuera y así lo hizo, fue la primera vez que su corazón si existía aun en su marchito pecho se rompió.

En las faldas de la montaña tenia su cabaña, desesperado no hizo mas que gritar, romper y rasgar todo lo que tenia, ni con eso lograba mitigar su dolor, pasaron días, largos días hasta que una mañana.

- Vámonos, vámonos ya – Entro por su puerta Disar, se sintió feliz, le pidió que esperara arreglaría todo para su partida, corrió al muelle preparo pasajes para una embarcación y regreso a su casa, lo tomo de la mano y salieron rumbo a su libertad durante el ocaso.

Atravesaron el pueblo por un camino no transitado, iban intranquilos tomados fuertemente cuando nuevamente los amigos de sus padres, hombres fornidos, de barbas corrían tras ellos, alzaron sus armas desafiantes, Erlerndr podía vencerlos, estaba seguro pero Disar lo jalo con fuerza estaba corriendo.

Contrario a lo que el mundo decía de los vampiros el si podía dormir aunque en realidad no fuera propiamente dormir podía acostarse y cerrar los ojos entonces las experiencias a lo largo de su vida y no-vida se reproducían, mostrando como en una película escenas de sucesos trascendentales y cuando los volvía abrir podía sentirse de nuevo en la tierra lagrimas rojizas recorrieron su rostro ¿Cómo es que recordaba ello y no su dulce idilio?

- Disar… Disar – Repetía una y otra vez en esa cama buscando desesperadamente volver a sentir su piel, su olor… ese olor característico de la sangre fluyendo por sus venas lleno de vida.


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Habían pasado dos noches en las que las pesadillas no lo molestaban su despertar era tan pacifico que esperaba durara por siempre ya no tenia esa sensación de vacio ni ese dolor latente en su pecho, al fin lograba avance.

- Alfonso tienes llamada – Grito su hermano desde la puerta, la pereza lo invadía – Es Cristal, anda – La novia que aguantaba, soportaba y quería. Sin camisa salió para contestar.

- “Hola Cariño” – Escucho al otro lado.

-Buenos días Cris.

- “Hoy cumplimos un año de novios y yo quiero saber que haremos, porque supongo que no iras a clases” – Se perfectamente que es un año.

- Si, te veo en el centro, junto a la fuente – Índico.

- “Si, te estaré esperando no llegues tarde” – Escucho un beso y después el sonido de que habían colgado.

- Uhm, esto me harta – Dijo rascando su cabellera. Las horas pasaron lentas en el aula, un profesor tras otro, se estaba impacientando, miraba una y otra vez el reloj pero este parecía avanzar un segundo por hora – Estoy enloqueciendo – Se hablo en voz baja hasta que al fin terminaron sus clases, tomo el autobús al frente de la facultad que estaba completamente lleno, fastidiado paso entre las personas que se encontraban de pie, su mochila se atoro con alguien que le insulto, haciendo oídos sordos siguió como si nada; pasaron los minutos hasta llegar a su parada, toco el timbre y descendió, nuevamente el maldito sol le aturdía, sus ojos se achicaron molestos por el astro, camino cuatro calles hasta llegar al centro – Milagrosamente estoy llegando media hora antes – Se animo, miraba atento la fuente del zócalo paso por la calle donde estaban colocadas las fuentes a un costado de la afamada catedral de Puebla cuando vio claramente a Cristal estaba parada frente a la fuente con un chico que la abrazaba de la cintura se quedo detenido en la entrada lateral del templo los jóvenes que pasaron junto a el parecían sombras, el chico metió la mano por debajo de la blusa de su novia ella correspondió con un beso. El vibrar de su celular lo devolvió al mundo.

- Alfonso, soy yo – Escucho en la línea a su amigo - ¿Alfonso estas bien? Contesta – Seguía impactado, adolorido, decepcionado.


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- Hablabas en serio cuando mencionaste lo de México ¿Verdad? – La voz al otro lado del teléfono sonaba igual de monótona que la ultima vez – Veras, estoy tentado en ir a conocer ese lugar, serian unas buenas vacaciones.

- Te advertí que te mantuvieras lejos – Amenazo, pero de nada serviría aun y cuando le dijera te matare no causaría efecto en su interlocutor.

- Vamos, de todas formas deberías presentarlo, somos como tu familia se supone que llevamos mucho tiempo de conocernos.

- Ya Andrew deja estos juegos – Dijo harto acomodándose sobre el sillón del hotel donde estaba – Puedes hacer lo que quieras contigo pero mantén tu distancia en lo que a mis asuntos respecta.

- Mmm… ya que lo pides tan amable después te hare una visita para saber tus avances aun sabes lo que pienso – Comenzó a hablar entre risas – No lo encontraras – Carcajeo, ya le tenia completamente atosigado con tanta palabrería así que colgó.



- Erlendr, sonríe mas, anda sonríe… - Su castaño cabello se mecía con el oleaje del mar, su torso desnudo sobre la arena subía y bajaba tranquilamente al ritmo de las olas.

- Si quieres hazlo, tócame – Paso sus dedos frios dedos sobre ese blanco pecho – Tocame – Susurro.


La puerta sonó salió de su ensoñación y camino hasta abrirla.

- Bienvenido Ricardo Linares – Saludo con alegría un hombre de alrededor de treinta años, por lo menos de apariencia.

- Pase – Dejo que entrara.

- Me hace feliz tu visita hace mas de cincuenta años que no te veía – Hablaba afablemente, abrió su saco negro sentándose en una cómoda silla de madera, a su izquierda estaba el teléfono que junto tenia el sillón donde había estado Ricardo.

- No vine aquí por ti y lo sabes. Dime ¿Qué has averiguado?

- No soy tan sensitivo como Andrew, el sabe cosas que yo no podría descifrar – Eran amigos hacia un par de siglos, podría decirse que el era casi de la misma edad que el mencionado Andrew.

- Ya habla – Sentado en el sillón se mentalizo para la peor respuesta.

- Al parecer esta en Puebla – Contesto.

- ¿España?

- ¿De nada te sirvieron los libros que te recomendé?

- ¿Ah?

- Oh, vamos tantas horas de vuelo y no leíste el libro de historia.

- Ah, Puebla la ciudad ubicada al sur del Distrito Federal – recordó.

- Si, esa misma, aun no he logrado interpretar del todo mis visiones, he buscado mucho pero cada vez que me acerco se presenta algún vestigio de su pasado, su alma ha pasado por mucho dolor.

- Lo se… - Se sintió apesadumbrado.

- En sus vidas anteriores te amaba, te amaba mucho sin conocerte, esperaba que llegaras cuando era mujer cuando era hombre, siempre lo hacia, incluso ahora aun debe hacerlo.

- El me dijo que quizás yo ya no lo amaría ¿Cómo crees que sea?

- Incluso lo seguiste amando aun cuando lo hallaste en estado avanzado de sífilis, eso no es algo que cualquiera pueda soportar.

- Seguía siendo el después de todo, debajo de esa piel estéril debajo de esa frondosa cabellera pelirroja seguía siendo mi Disar.

- En esa vida te espero para que la sacaras de ese mundo, me gustaría saber ¿Por qué?

- ¿Por qué que?

- … No fuiste en su auxilio.

- Andrew, el bastardo me dijo “¿reconoces su alma?” – Se levanto ofuscado – Dude, tuve dudas de que esa mujer de desenfrenados gemidos fuera el, en el fondo no quería verlo así, y el utilizo mis temores para sembrar aun mas profundo las dudas.

- Tranquilo esta vez estas más cerca.

- ¿Qué harás para la cena? – Cambio radicalmente la conversación.

- ¿Me estas invitando? – Pregunto con cierta incredulidad, después de todo aquel visitante seguía con practicas no muy ortodoxas para alimentarse.- Si hoy tenemos algo un tanto peculiar – Se levanto – En mi casa, te mandare un taxi. Espero tengas hambre – Sonrió para salir del lugar.


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Cerro la pantalla de su celular camino rápido hacia su novia que al verlo asustada empujo a su otro novio.

- ¿Qué significa esto? – Se detuvo frente a ella sosteniendo al tipo de la camisa.

- No es lo que crees.

- ¿No? Entonces soy pendejo por que creí que te estaba metiendo la mano.

- No hagas una escena aquí en la calle – Varias personas habían dirigido las miradas hacia ellos.

- tienes razón una zorra como tu no lo vale.

- No le hables de esa forma – defendió el otro chico que recibió una fría mirada.

- Me voy, no volveremos a hablarnos nunca mas – La cabeza comenzó punzarle a causa del calor, camino hasta llegar a la esquina que daba a los portales oriente -. Mierda que estupidez – Sintio como si lo mejor hubiera haber hecho mas para defender su hombría, que había sido menoscabada por esa tipa, se recargo en una columna.

“Ég er með þér” [1]

- Ya lo se – Contesto instintivamente sorprendido por su respuesta volteo para mirar a su alrededor, no había nadie la posibilidad de una broma quedaba descartada ¿Por qué había contestado a aquel delirio?





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1 "Estoy contigo"

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