18.3.10

I.- Mis pesadillas son tus sueños.

Primera Parte


El frio hacia notar las respiraciones agitadas de ambos hombres, el aliento salía de sus labios y como fantasmas se perdían en el aire, la bahía estaba cerca “unos metros mas” se dijo mentalmente avanzando rápido cuando escucho algo que caía al suelo un sonido que se cimbro en su pecho como si a este le hubieran golpeado, volteo, hombres de gruesas vestiduras la mayoría con barbas cubriéndoles los rostros con narices enrojecidas que apenas se veían a través de ellas, cada uno llevaba un arma de frio metal que al entrechocar con un símil producían sonidos estridentes, tembló de miedo: en el suelo un hombre con cabellos oscuros cubriéndole el rostro lo miraba mientras era sujetado por aquellos, tiraron sus escudos que de forma enloquecedora ondularon sobre la tierra.

- Fara! rennur ekki láta þá grípa þig [1] – Escuchaba gritar del que era sometido cuando otro de aquellos hombres de rubios cabellos se acercaba con una espada en mano… - Fara! [2] – Grito mas fuerte, en aquellos ojos logro verse pero no era su cuerpo el que se reflejaba, era su mente, sus sentimientos pero de ningún modo era el, era pequeño de piel blanca con el cabello castaño con botas de piel amarradas en sus pies y abrigo de piel lobina cubriéndole.

Sin saber porque comenzó a correr, corría y corría… el telón de su obra se cerro, su mundo oscureció, pronto se vio en medio de varias casas de madera muchas personas se aglutinaban alrededor de una tarima alta en donde un hombre de barbas y cabello rojizo esperaba ansioso algo, tomaba entre sus manos una especie de hacha larga nuevamente tembló, sabia lo que seguía.

Miro hacia el horizonte montañas blancas se alzaban apenas y sentía los golpes de las personas, era mas fuerte el sonido de su corazón al punto de dejarlo casi sordo, varios hombres salieron con una persona amarrada de pies y manos, se veía diferente sus cabellos se adherían a su rostro, moretones marcaban la palidez de aquella piel que le parecía tan familiar, tan reconocida para sus sentidos. Sigiloso se acerco hacia la tarima escucho como ese hombre era puesto de rodillas con la cabeza sobre un pedazo de madera nuevamente sus ojos se encontraron, estaba tan cerca que podía sentir su aliento.

- Alltaf ađ ást [3] – Le dijo antes de que el filo de aquella navaja cercenara su cuello salpicándolo de la roja sangre de Erlendr.

- Erlendr – susurro - ¡No! – Abrió los ojos sentándose inconscientemente sobre la cama su respiración estaba agitada, sus manos temblaban protegido en las cuatro paredes de su habitación, el sol entraba por la ventana, estaba a salvo.

- ¿Otra vez? – Un joven de apenas dieciocho se asomo por su puerta – Para ser mi hermano eres muy asustadizo.

- Cierra la boca – Todavía estaba estremecido.

- Deberíamos ir al medico, esto no es normal – Se sentó a su lado.

- Lo se, pero ya lo hable con un psiquiatra además de esto no tengo ningún otro trastorno…

- ¿Lo mismo de siempre? – Pregunto con preocupación.

- Si, lo mismo ese tipo me gritaba algo que no entiendo y cuando le cortan la cabeza… agh… - se acostó nuevamente – Su sangre… era tan roja, ardía en mi rostro, se podía sentir espesa… estoy cansado de esto – Cubrió su cara con las manos.

- No te pongas así, ven… intentaremos con los medicamentos que te sugirieron ¿vale? – Desganado tomo un baño para después desayunar e ir a clases, subió al autobús que lo dejo a media cuadra de la facultad de Ciencias de la comunicación la entrada se hacia terriblemente cansada y el calor se agolpaba a su espalda, realmente detestaba los días soleados y parecía que hoy seria uno de ellos.


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Por un oscuro pasillo se escuchaba el sonido de sus zapatos, al final una puerta de caoba roída le esperaba la abrió sin contemplaciones, de inmediato unos candelabros se encendieron una habitación rectangular de unos diez metros se vislumbro, cortinas purpuras adornaban las ventanas con pequeñas rosas negras que las sujetaban, había un escritorio del lado izquierdo justo debajo de un retrato de un metro en el que solo se veía levemente la silueta de alguien probablemente del dueño de la habitación en la que había irrumpido - ¡Me engañaste! Todo este tiempo estuve buscándolo en el lugar equivocado y tu lo sabias… sabias donde estaría – Reclamaba a la presencia de algo que se ubicaba al final de la habitación, sentado sobre un mullido sillón con un lienzo purpura cubriéndole el cuerpo.

- Nunca te indique el camino que debías tomar – Hablo levantando su cuerpo alto de figura elegante, vestido de un hermoso traje negro con camisa blanca asemejada a su piel, un corbatín negro rodeaba su cuello y en medio una gran perla le daba un toque fantástico, casi como sus ojos grises que brillaban a pesar de la tenue luz, acomodo sin importarle el reclamo su cabello platinado – No se de que te quejas, ya lo encontraste ¿no? Lo anduviste persiguiendo por mucho y por todo el mundo – Dio dos pasos, se encendió otro candelabro iluminando la pequeña mesa cubierta de un mantel acabado por el tiempo, sobre el una botella de apariencia sucia se mantenía, la tomo entre sus manos vertiéndola en una copa que yacía junto, la agito levemente para llevarla a su nariz, aspiro fuerte – Nada como una buena comida ¿No? – Sus ojos centellearon llenos de vida, de un sorbo término el liquido, una línea roja se derramo por la comisura de sus enrojecidos labios, llevo el pulgar para limpiar y lamer evitando el desperdicio de aquel liquido – Cada día esa mujercita sabe mejor ¿Quién diría que duraría tanto? - Hablo con sorna.

- Contesta de una buena vez – Exigió.

- Vamos Ricardo o debería llamarte Racif, Mulab o Luis II o tal vez Erlendr o quizá Gagster o Eliano de Mifos ¿Qué nombre te gusta más? – Parecía divertirse con cada palabra, tomo asiento de nuevo observando cada parte del que estaba frente a el, su cuerpo siempre había sido fuerte de carácter ni los años le habían hecho mella cada musculo se marcaba de forma tenue su altura era perfecta al igual que sus profundos ojos negros cubiertos por pestañas largas, su nariz desentonaba de cierto modo a su gusto no era perfecta no era recta pero definitivamente adornaba muy bien su rostro blanco, sus labios esos si eran de su total agrado, delgados y rosados como capullos de rosas, su cabello ahora corto tan diferente de sus anteriores años en los que le llegaban al hombro – Lastima que hayas tenido que cortarlo… mhfn... aun así sigues oliendo delicioso – No había nada mas rápido que el, en milésimas de segundo había atravesado los diez metros de aquella habitación solo para llevar a cabo su capricho de oler ese cabello negro – como si siguieras con vida – Carcajeo.

- No quiero más juegos.

- No los hay.

- Mantén tus sucias manos lejos.

- Siempre ha sido así.

- No mientas.

- Nunca lo he hecho, te dije que reencarnaría y lo hizo ¿no?

- Al otro lado del mar.

- Pero ahí esta… esperándote.

- Hoy me iré a México, esta ahí.

- Curioso lugar ¿crees que el te siga amando? desde hace mas de setecientos años no le has visto ¿Qué diría si se entera de tu mediocridad en su búsqueda? ¿Qué en cada reencarnación no lograste hallarlo? – Su mano cubierta con un fino guante de seda hacia exagerados ademanes mientras daba pequeños pasos a su alrededor.

- Me voy.

- Estoy hablando – No pudo moverse, el rostro de el se encontraba frente a frente – Crees que se enoje al saber que tu amor es tan fuerte que lo hallabas cada vez que su alma dejaba este mundo, yo me sentiría decepcionado – No replico sus palabras pero si lo empujo – Incluso tal vez esta nueva apariencia no te guste – Termino de decir antes de que saliera, reía gratificado de la maldad desbordada.

- Maldito seas, tu y tus estúpidos juegos.

- Maldecirme a mi que soy el mayor de los malditos, ja, no creo que esta vez sea diferente de las anteriores… quizá ese pequeñajo ni siquiera llegue a recordarlo.


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- Dime Alfonso ¿Cuál es la razón de u visita? – Inquirio un hombre detrás de escritorio observando fijamente al joven que tenia frente a el, disfrutando de su rostro.

- Doctor quiero evitar las pesadillas de una vez por todas, son insoportables – Se agacho jugando impaciente con sus dedos. Para aquel psiquiatra sus cabellos oscuros que se mostraban rebeldes le invitaban a ser tocados además de su piel ligeramente tostada, los profundos ojos negros y su figura delgada, dejando entrever siempre una cintura pequeña, no podía evitar sentirse atraído por Alfonso.

- Como fue esta ve – Trato de evadir sus pensamientos tecleando en la portátil los datos de su paciente.

- Pues la misma pesadilla de siempre, nuevamente desperté gritando y temblando de miedo.

- ¿Solo eso?

- Si, es lo único.

- Diazepam, es lo que te puedo dar debido solo te aplicaras 1.5 mg antes de dormir eso controlara las pesadillas.

- No estoy seguro, no quiero volverme adicto.

- Tranquilo – Se levanto paso por el escritorio sus dedos hasta llegar detrás de Alfonso, hizo lo mismo por sus hombros – o puedes buscar un medio para evitar el estrés – Dijo muy cerca de su oído.

- Una vez mas intentare eso – Se levanto nervioso, tomando su mochila salió rápidamente sin despedirse del psiquiatra que se arrepintió de sus actos.

- Ese tipo me da cosa – Tallo su cuello.


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El viaje había sido agotador, de Ginebra a Mexico habían sido alrededor de catorce horas con todo y la maldita escala en Paris, odiaba ese lugar ya que ahí había vivido uno de sus mas grandes problemas pero no había tenido gran problema, casi todo el viaje la paso leyendo y revisando un mapa de la Ciudad de Mexico para no perderse.

Al pasar por las escaleras eléctricas varias mujeres voltearon a verlo, parecía una verdera estrella de cine, las grandes gafas oscuras que le tapaban el rostro lo hacían ver misterioso, su cabello corto estilizado con un poco de gel le hacían sexy esta por demás decir que los pantalones de mezclilla acentuaban muy bien sus atributos, no enseñaba gran parte de su piel apenas y su niveo cuerpo se veía gracias al abrigo negro que llevaba encima, sus zapatos casuales de color negro sonaban a cada paso.

- Que diablos… ya sabia yo que lo mejor era llegar de noche, el imbécil de Patrick hizo mal sus cálculos – Refunfuñaba entre dientes hasta llegar al lugar donde su maleta haría arribo, ahí una chica que no podía con su equipaje batallaba, harto de verla casi llora se acerco – ¿Me permite?

- Ah, si, si claro – Sonrió alucinando esa probable conquista.

- Aquí tiene – Se la dejo al lado para después seguir caminando, al salir en el aeropuerto de la ciudad de Mexico levanto un poco las gafas: había un sol terrible y la contaminación le ahogaban, frunció el ceño – Te encontrare, volvió a bajarlas para enseguida tomar un taxi, tantos años, tantas vidas y nunca había visitado México, lo único a su favor era que conocía España su problema el acento ya que se darían cuenta de su extranjería e intentarían verle la cara de idiota – A Reforma – Eligio un lugar céntrico para poder trasladarse y un lugar fácil de pronunciar para que el chofer no intentara atracarlo “Ya estoy aquí, solo un poco mas, solo espera un poco mas”.


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- Llegue – Cerro la puerta tras de si, dejo la mochila aventada – para ser noviembre hace un calor espantoso – se quejo mientras dejaba caer su humanidad en un sillón. La sala de color blanco donde se tiro solo tenia una división que le hacia separarlo de la pequeña cocina, un largo corredor en el centro lo guiaba a las habitaciones una de sus padres y otra donde el y su hermano dormían, al fondo una pequeña puerta de color beige daba entrada al baño.

- Ve a lavarte las manos y vienes a cenar – La voz de su madre, que siempre preocupada procuraba atenderle.

- Voy – Se levanto desganado, al llegar a su baño, esas paredes le parecieron frías coloco el rostro contra la baldosa de color azul que las cubrían cerrando los ojos.
“Alltaf ađ ást”

Escucho claro y fuerte, abrió los ojos se lavo las manos rápidamente y volvió a la sala, había tratado de no mostrar la ansiedad que aquella voz le había causado.






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1 “¡Vete! corre no permitas que te agarren”
2 “¡Vete!”
3 “Siempre te voy a querer”

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